La inflamación aguda es la repuesta inicial del organismo a los estímulos nocivos (golpes, heridas, infecciones, etc), la cual está dada por un marcado desplazamiento de plasma sanguíneo y de leucocitos desde el torrente sanguíneo hacia el área afectada; esto es seguido por una serie de eventos bioquímicos que hacen madurar la repuesta inflamatoria y del cual participan el sistema vascular, el sistema inmunológico, y muchas células dentro del tejido dañado. La inflamación aguda se caracteriza por marcados cambios vasculares, como vasodilatación, incremento de la permeabilidad, y la desaceleración del flujo sanguíneo en el área inflamada. La vasodilatación ocurre a nivel de la arteriola y los capilares sanguíneos lo cual implica un incremento en la cantidad de sangre presente, la cual fluye muy lentamente, y que otorga un color rojo al área afectada, como así también la sensación de calor típica de una inflamación.
La inflamación crónica es la inflamación prolongada en el tiempo y la cual lleva a un cambio progresivo en el tipo de células presentes en el sitio de la inflamación, y se caracteriza por la simultaneidad de la destrucción del tejido inflamado y la renovación y sanación del mismo.
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